Y no regresaste en abril
aunque la primavera es un poderoso señuelo
sino que esperaste tu momento en silencio
sabiendo que los muertos tienen que aguantar.
Y no regresaste tampoco en verano
ni cuando los robles verdes estaban
dejando huellas de sangre en el otoño
y había horas y horas para llorar la muerte.
En el libro "Zami. Una nueva manera de escribir mi nombre"