Oh luz esquiva de la dicha! Vuelve
al centro oscuro de mi corazón
aunque tu rostro aguce mi aflicción.
Para arrancar la pena que me envuelve
destruye los pintados cofres de oro
que guardan con piedad
vanos objetos de fidelidad,
sin destruir mi fervor, yo te lo imploro.
[De Poemas de amor desesperado]