Es una niña, eso nunca pudiste saberlo.
Todos rodeamos su cuna,
asombrados -como siempre nos asombramos los vivos
ante lo cotidiano del milagro-
diciendo las tonterías de siempre,
repentinamente convertidos en padres, tíos, abuelos.
Bromeábamos y reíamos y sin embargo,
dentro de cada uno de nosotros
se había instalado ya un mismo silencio:
eras tú que caías como una lluvia triste
sobre nuestras cabezas inclinadas.
De "Los habitados"