En el luminoso mes de junio se ponía en el fregadero
con un vaso de vino,
y escuchaba a los zorzales,
y machacaba ajos bajo la luz del crepúsculo.
Yo la veía cocinar desde mi silla.
Apretaba los labios
mientras andaba con los cacharros,
y probaba la salsa con la punta de sus dedos.
"Ya está lista. Vamos", decía.
"Enciende tú la vela".
Comíamos, y charlábamos, y nos íbamos a la cama,
y dormíamos. Era un milagro.
De "La cama pintada"