Nunca decir adiós
ni susurrarme una suave llamada,
ni murmurar un deseo por una palabra, mientras yo
veía la mañana endurecerse sobre la pared,
impasible, ignorando
que tu gran partida
tenía lugar en ese momento, alterándolo todo.
Citado por Jeannette Winterson
En el libro "¿Por qué ser feliz cuándo puedes ser normal?"