Sí, te has ido y nunca más
tu soleada sonrisa me alegrará,
pero puedo traspasar la puerta de la vieja iglesia
y pasear por el suelo que te cubre.
Puedo detenerme sobre la piedra fría y húmeda
y pensar que, helado, yace ahí abajo
el corazón más delicado que he conocido,
el más amable que jamás conoceré.
Sin embargo, aunque no pueda volver a verte,
aún es un consuelo haberte visto
y aunque tu vida pasajera se haya acabado
es dulce pensar que has existido,
pensar que un alma tan cerca de lo divino,
dentro de una forma tan angelical,
unida a un corazón como el tuyo
ha alegrado alguna vez nuestra humilde esfera.
En "Poesía completa"