Al desatar la muerte el nudo amado
que ataron cielo, amor, naturaleza,
me robó mi alimento y mi deleite,
mas ató el alma en forma aún más estrecha.
Este es el lazo aquel que alabo y precio,
que de cualquier mundano error me aparta:
y me mantiene en el camino honesto
donde me gozo en mi querer mudado.
Yermos los cuerpos, mas fecunda el alma,
pues su valor dejó tan claro rayo
que ha de ser siempre luz del nombre mío.
Si me fue el cielo avaro en otras gracias,
y si mi amado bien me hurta la muerte,
vivo con él: esto es cuanto deseo.
En "El canto de la décima Musa"