La tierra se comprime, se hunden las colinas,
montes, desiertos y estepas se humillan.
Distrae tus recuerdos; resígnate, me dicen.
Ante el destino, paciencia, me recomiendan.
Oh, Sakhr! Eras el plenilunio que a todos alumbraba;
el día que pereciste, gloria y bondad desaparecieron.
Quien antaño mantenía la esperanza, ahora desespera,
desde que en el estanque de la muerte te sumergieron.
Con frecuencia te aventurabas en agrestes gargantas,
acompañado de un séquito de valerosos escuderos.
Como una estrella, te erigías en su punto de mira,
para que no vagaran desorientados, dispersos.
En "Gacelas de arena. Poesías árabes de la Edad de Oro"