Desde que reposas en la colina,
la tierra es dulce.
Donde vaya ahora sobre la punta de los pies
vagabundeo por caminos puros.
Oh, la muerte ha absorbido
las rosas de tu sangre.
Ya no tengo miedo
de morir.
He florecido sobre tu tumba
junto a los brotes de la enredadera.
Tus labios siempre me llamaron
y ahora mi nombre no conoce el camino de vuelta.
De "Un viejo tapiz tibetano"