oh, poeta, cronista de la naturaleza.
Los mares del verano han perdido su tonalidad.
Y la tempestad asienta su pesadumbre por todas partes.
El más amable susurro de las profundidades
no es más que el canto fúnebre por quien perdí.
Y cuando las olas elevan sus escarpados surcos,
transportan la espuma donde cruje
una voz también se escucha en el viento,
que me ofrece unirme a él cuanto antes,
que me arroje contra el aliento desapacible de la tempestad,
pues puede ofrecerme un féretro gemelo.
Y cuando el océano entero parece llano y suave,
cuando la aventura de las velas resplandece,
la forma del esquife más imparcial parece contener
el cariñoso dibujo de mi pobre corazón.
Después corro como una salvaje hacia la playa,
y de buen grado me apoderaría del barco más frágil,
y desde la aburrida tierra empujaría el ligero casco,
hacia las olas danzantes para ponerlo a flote.
Tampoco puedo volver a mirar el mar,
al menos no lo consigue la persona que fui;
creo que mi amargo dolor ya no se incrementará,
pero no lo afirmo con una mente serena.
A menudo lloro en soledad
y derramo muchas lágrimas amargas
mientras incubo inútilmente las alegrías pasadas
y me encoge el miedo por los años venideros.
De "Poemas de convivencia"